Nadie me podrá echar en cara que no he dicho mil veces que Sánchez es un genio de la política en tanto en cuanto que sentimientos, amistades, compromisos, firmas, acuerdos…y lo que sea, lo deja apartado, condicionado solamente por la búsqueda y la permanencia en el poder que es su único móvil. Lo que facilite o garantice el sillón de la Moncloa se hace por encima del cielo y de la tierra, lo que no esté claro que sirve para fijar el sillón y al que vive sentado en él, puede esperar con la paciencia de quien espera la venida del segundo Mesías. Eso sabemos de sobra que puede esperar. Cuando yo estudiaba filosofía en Granada, tenía un compañero de clase, loco como una cabra, que decía que el segundo Mesías era él y que cuando publicara su refutación a Platón, Aristóteles y Tomás de Aquino, habría una revolución en el mundo reconociendo que el Mesías, juzgador de todos, una especie de Puigdemont de los setenta ya estaba aquí y el mundo entero lo seguiría. Murió el pobre, como Don Quijote, era de un pueblo cercano al Pedernoso, y nunca más se supo, que esa zona ha vuelto a brillar con el QUIJOTE NEGRO E HISTÓRICO, y ahí sí que hay cuerda para rato.
Vuelvo al redil que me he ido con la filosofía y con el Quijote. Hemos visto a Sánchez, con su depurado maquiavelismo y sus equipos bien pagados de argumentadores, capaces de afirmar que ahora mismo es verano sin ruborizarse, defender que no sabe nada de Ábalos ni de Koldo, problema de largo recorrido que va a estar dando la matraca hasta las próximas elecciones. Que solo hay bulos y fango en los plumillas que se empeñan en hablar mal de su señora y su hermano, hombre esencial en las artes escénicas de Badajoz, y de todos los enjuagues del conseguidor Aldama que maneja los hidrocarburos como si fueran sudaderas falsas de los puestos de los negros en la playa de San Juan. No hablaremos de los ceses de embajadores a los que lamina quien ya han dado en llamar “el botones sacarino” – y la verdad es que le da un aire con ese uniforme lujoso y esa pechera llena de medallas. Aprovecho para avisar de nuevo que no me den ninguna a mí y que cualquier mérito que me reconozcan en el asunto etarra que ya parece del paleolítico porque aquí se olvidan las cosas muy rápido, lo zanjen con un jamón y una caja de tercios de la Alhambra verde.
Sánchez – genio de la política, insisto- amnistía, con una ley “ad hoc”, a todos los puigdemones, les da la caja de la seguridad social y ahora están pidiendo la extranjería y confinar a los pocos guardias civiles y policías que queden – para nada- en el barco Piolín. Eso era exactamente lo que me pedían Txiquierdi y Kubati en el 93, en una pestosa enfermería de la cárcel de Burgos, para dejar de pegar tiros: fuera los cuerpos de seguridad y gestionar ellos todo lo suyo, que eso y no otra cosa es la soberanía. Mil veces lo he dicho a algún director general que mandaba menos que “el Mogorcias en Isfahan”: tú mandas cuando tienes presupuesto, cometido y personal. De lo contrario eres un mierda en un huerto, que cobra por no hacer nada.
Pero hoy no quiero hablar de política aunque ya lo haya hecho. Es graciosísima la gente que dice: yo no me meto en política. Están despistados. De la política depende la sanidad, el trabajo, las comunicaciones, la enseñanza, el valenciano o el catalán, o el mallorquín como obligatorio para operar la retina en un hospital de Mallorca. Si no sabes mallorquín, aunque seas un genio de la cirugía, no puedes.
Sánchez, listo como un rayo, no va a dejar de pagar las pensiones. Sabe que somos diez millones y sigue empeñado en que seamos crédulos como mi abuela Tobalina. Ella afirmaba que su pensión mísera se la pagaba Franco y ya he visto a más de un abuelo decir: ¿por qué os quejáis de Sánchez si él nos paga la pensión el día 25?
Las alarmas llevan tiempo encendidas y hace justo tres días leí en un periódico nacional – aunque he oído quejas por todos los lados- que les estábamos haciendo un flaco favor a los jóvenes cobrando nuestras pensiones, que eran insostenibles y que, prácticamente, los estamos condenando a la insolvencia eterna cobrando y reclamándolas con tanta insistencia. Cristine Lagarde, una abuela de nuestra edad, jefaza económica mundial y que sostiene la cara a base de botox, ácido hialurónico y demás potingues, se ha quejado en público de que los abuelos viven mucho. Yo le contesté en estas mismas páginas, que empiece por palmarla ella. El anterior director del Banco de España también se quejaba de que se gasta mucho en pensiones cuando muchísimos abuelos tenemos casa en propiedad y eso es un bien computable. Casi quise entender que bajaran las pensiones con un buen sablazo y que todos pidiéramos una hipoteca inversa para comer caliente.
En esas estamos: las pensiones son objetivo a batir a medio plazo porque cada día nacen menos niños, la inteligencia artificial va a comerse centenares de miles de puestos de trabajo, la robotización otros cuanto centenares de miles, y las subvenciones gilipollescas nos van a joder el presupuesto. No digo a quiénes porque paso de ir a los juzgados con denuncias de jetas que viven de sus huertos como grandes defensores de los derechos de todos menos de los vejestorios que trabajamos cuarenta años para colocar al país donde está. Y ahora nos piden que no vivamos tanto. Yo creo que habría que sacar una ley nazi que ordenara fusilarnos a partir de los setenta. A ver si hay cojones de seguir como humanoide defensor acérrimo de los derechos humanos y mandar al horno crematorio a los vejestorios pensionistas.
Mil veces he escrito aquí criticando la gilipollez de tocar el silbato a la puerta del Ayuntamiento. ¿Qué tiene que ver el alcalde con las pensiones? Criticando las manifestaciones inútiles – no sé cómo, en alguna que he visto, casi siempre se cuelan los sindicalistas de las gambas que han trabajado menos que un vendedor de polvorones en el Sahara-, inisito he criticado las manifestaciones inútiles que no conducen a nada.
Siempre he defendido que hay dos cosas que no deben hacerse nunca: comprar una joya a tu chica y pagar a plazos, porque luego ves esa mano con esa esmeralda, que va cogida a otro cogote y eres tú el que anda aún con los cien euros de mensualidad. Tampoco hay que fundar nada porque lo fundas, lo armas, te apuñalan por la espalda y, en la comida lujosa, se cuelgan medallas, tipo botones sacarino, que no son suyas.
Pese a defender esto digo con claridad que la única solución es tener un partido político: Jubilados Europeos y Guerreros. Solo eso es operativo. Ni manifestaciones, ni silbatos, ni organizaciones benéficas ni pollas en vinagre – esto es lenguaje culto, no se enfaden, lean el libro “No vayamos a pollas” del periodista granadino Andrés Cárdenas. Diez millones de jubilados no pueden – podemos- ser tan imbéciles como para no lograr quince diputados en el congreso de Madrid. Mirad los Puigdemones, siete, y llevan a Sánchez con una llave en el pescuezo de la que no puede soltarse. Mirad los Bildus y los Peneuves, exactamente igual. Quince diputados obligan al gobierno a adoptar cualquier medida que propongan: Economía, Sanidad y Pensiones. No hay otro objetivo. El que tenga oídos para oír, que oiga. Este viernes en calle Primo de Rivera – un poco de derechas el nombre, De Manuel, que yo no se lo he puesto- número 14 a las siete de la tarde nos vemos. Solo un partido de Jubilados pelea por esos derechos sin ninguna otra consideración.
Manuel Avilés, escritor y director de prisiones jubilado, columnista de h50 Digital
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